
Cuando hacía la residencia en Monforte alguien me dijo que en los días duros del invierno es cuando más desequilibrios mentales se producen y hay más intentos de suicidio. En los pueblos del interior de Galicia, los suicidios entre la gente mayor se producen en su mayor parte por ahorcamiento, y siempre tuve pesadillas pensando que alguna vez a lo mejor yo tendría que acudir a un domicilio a certificar la muerte de un colgado, como si no fuera evidente.
Trabajo en un pueblo de interior, aunque no aislado en la montaña, y es verdad que con los días lluviosos en los que siempre parece de noche atendemos más casos de ansiedad, así como brotes psicóticos. Lo de que el tiempo influye decisivamente en el temperamento es bien cierto. A mí personalmente, me dan mucha pena las personas que sufren estos trastornos, sobre todo los psicóticos; las enfermedades mentales me parecen como pasajes a otro mundo desconocido en el que los recuerdos no existen y las percepciones se vuelven del revés. Me da pavor que un día alguien de mi entorno o yo podamos tener un problema de éstos, una condena de por vida a sobrevivir ajeno a la realidad.
¿Cómo se puede consolar a alguien así?, ¿qué decirle?, ¿qué razones ofrecerle para vivir?
Este invierno es como los de cuando era pequeña; llueve intensamente y hace frío de verdad. El viento te golpea sin piedad la cara cuando sales a la calle. El hogar es el mejor refugio y un plato caliente para ahuyentar el frío de los huesos, un placer. Hasta la sala de los médicos de mi servicio de urgencias, es un hervidero de cafés calientes y pastas y sopas en la noche, obligados además porque nos cortan la calefacción por las tardes en el servicio, ya veis, los parias de la medicina parece que no tenemos derecho a trabajar en caliente.
El caso es que en días como éstos, sobre todo de madrugada, a veces ves cosas que te sobrecogen y a mí me paso ayer. Un hombre joven de unos 40 años postrado en una camilla con movimientos espasmódicos incontrolados de todo su cuerpo, acompañados de un sonido ronco, parecido a un ladrido, supongo que producido también por el espasmo de las cuerdas vocales; un hombre luchando contra las crisis producidas por su proceso psicótico desde hace más de 20 años. Un hombre consciente en todo momento de su cuerpo, sufriendo con cada espasmo, hasta 20 o más en un minuto, preocupándose de que no nos hiciésemos daño nosotros al explorarlo porque no podía controlarse.
Me sentí desbordada, inmensamente pequeña como médico y como persona. Qué poco sabemos y qué poco podemos hacer por personas como él; personas que en su desesperación algún día tomarán una decisión letal, personas que cuando están lúcidas como este hombre saben que nunca volverán a ser cómo los demás.
Le inyecté un fármaco que no le hizo efecto y le envié en la ambulancia al hospital, a media hora de distancia. Media hora de sufrimiento más; nada nuevo para él. Encima nos dio las gracias por atenderle y nos pidió perdón por despertarnos, como si no tuviera él más derecho que todas las histéricas que protestan por esperar 10m en la sala tras haberle salido un grano en la cara.
Le habrán inyectado un sedante más fuerte y le enviarían a casa como se espanta a un mosquito molesto. A seguir mirando caer la lluvia por la ventana mientras su mente divaga, más allá de los eucaliptos mecidos por el viento, mucho más allá….
Trabajo en un pueblo de interior, aunque no aislado en la montaña, y es verdad que con los días lluviosos en los que siempre parece de noche atendemos más casos de ansiedad, así como brotes psicóticos. Lo de que el tiempo influye decisivamente en el temperamento es bien cierto. A mí personalmente, me dan mucha pena las personas que sufren estos trastornos, sobre todo los psicóticos; las enfermedades mentales me parecen como pasajes a otro mundo desconocido en el que los recuerdos no existen y las percepciones se vuelven del revés. Me da pavor que un día alguien de mi entorno o yo podamos tener un problema de éstos, una condena de por vida a sobrevivir ajeno a la realidad.
¿Cómo se puede consolar a alguien así?, ¿qué decirle?, ¿qué razones ofrecerle para vivir?
Este invierno es como los de cuando era pequeña; llueve intensamente y hace frío de verdad. El viento te golpea sin piedad la cara cuando sales a la calle. El hogar es el mejor refugio y un plato caliente para ahuyentar el frío de los huesos, un placer. Hasta la sala de los médicos de mi servicio de urgencias, es un hervidero de cafés calientes y pastas y sopas en la noche, obligados además porque nos cortan la calefacción por las tardes en el servicio, ya veis, los parias de la medicina parece que no tenemos derecho a trabajar en caliente.
El caso es que en días como éstos, sobre todo de madrugada, a veces ves cosas que te sobrecogen y a mí me paso ayer. Un hombre joven de unos 40 años postrado en una camilla con movimientos espasmódicos incontrolados de todo su cuerpo, acompañados de un sonido ronco, parecido a un ladrido, supongo que producido también por el espasmo de las cuerdas vocales; un hombre luchando contra las crisis producidas por su proceso psicótico desde hace más de 20 años. Un hombre consciente en todo momento de su cuerpo, sufriendo con cada espasmo, hasta 20 o más en un minuto, preocupándose de que no nos hiciésemos daño nosotros al explorarlo porque no podía controlarse.
Me sentí desbordada, inmensamente pequeña como médico y como persona. Qué poco sabemos y qué poco podemos hacer por personas como él; personas que en su desesperación algún día tomarán una decisión letal, personas que cuando están lúcidas como este hombre saben que nunca volverán a ser cómo los demás.
Le inyecté un fármaco que no le hizo efecto y le envié en la ambulancia al hospital, a media hora de distancia. Media hora de sufrimiento más; nada nuevo para él. Encima nos dio las gracias por atenderle y nos pidió perdón por despertarnos, como si no tuviera él más derecho que todas las histéricas que protestan por esperar 10m en la sala tras haberle salido un grano en la cara.
Le habrán inyectado un sedante más fuerte y le enviarían a casa como se espanta a un mosquito molesto. A seguir mirando caer la lluvia por la ventana mientras su mente divaga, más allá de los eucaliptos mecidos por el viento, mucho más allá….