
Vaya si es cierto lo de la globalización; esta mañana me he llevado una sorpresa tremenda en el híper, cuando al pasar por la sección de productos frescos me encuentro con una montaña de calabazas del tamaño de un balón de fútbol, disfrazadas con papel celofán negro a modo de máscara terrorífica.
Y luego en la sección de niños, un montón de disfraces y piñatas monstruosas para la noche de Halloween. Entiendo que para los peques todo eso de la fiesta, y los caramelos, y el decorado tipo peli americana está muy bien pero, ¿ dónde queda la Fiesta de Difuntos de toda la vida?. Así era como se le llamaba en casa, "Os Difuntos".
Los preparativos eran exclusivamente de mayores: dos o tres días antes del 1 de noviembre se iba por la tarde al cementerio a dejar el panteón impoluto, y la víspera se colocaban las flores ( a la abuela le gustaba poner gladiolos y claveles rojos) y se encendían las velas al caer la tarde.
El día 1 la abuela se pasaba la mañana preparando los callos (todos los años se hacía el mismo menú) que tomaríamos por la noche, junto a montones de castañas asadas o cocidas con anís. A media tarde los niños nos vestíamos de domingo y acompañábamos a nuestros mayores en procesión por los cementerios; los abuelos tenían familiares en dos parroquias distintas y allá íbamos , yo mirando con una mezcla igual de fascinación y miedo las tumbas tan llenas de flores multicolores.
El cementerio estaba lleno de familiares, amigos y conocidos que aprovechaban las visitas para entablar conversación y ponerse al día después de tanto tiempo sin verse. A mi me gustaba estar al lado de los mayores y escuchar sus charlas, a veces verdaderas historias de meigas, y también me fijaba en los nombres de los muertos y sus edades; cada vez que leía el nombre de un niño me entraba un miedo.... me imaginaba yo allí dentro, dormida, sin ver los árboles, ni la luz ni a mis familiares.
En algunos sitios se ponían fotografías de los enterrados; me daba mucha pena que aquellas caritas surcadas de arrugas, sonrientes, algunas con la boina puesta, se hubiesen dormido para siempre. No me imaginaba que un día me iba a tocar a mi recordar a los míos, que no tienen foto, pero que se han quedado perpetuamente dormidos dentro de su caja de madera.....
Cuando caía la noche, a veces bien tarde y con mucho frío o lluvia, volvíamos a casa y nos recogíamos al calor de la estufa en el comedor; qué buenos los callos calentitos después del paseo y aquellas castañas con el olor del anís ¡¡
Este año no está la abuela para cocinar; en su honor y en el del abuelo habrá unos preciosos gladiolos y también claveles rojos. A ellos les encenderemos velas y yo tocaré con los dedos la frías piedras de su tumba como si fueran a contestarme, como si sus almas siguieran allí. En casa encenderé mariposas para que su luz les ilumine y su recuerdo me dé un poco de consuelo. Mi niño todavía es demasiado pequeño como para entenderlo pero estará ahí; quiero que aprenda desde pequeño el respeto que se les debe a los seres queridos que ya no están, que se le graben bien dentro las tradiciones más queridas.... ya habrá tiempo para despedazar calabazas.